Hace 4 años tuviste que escoger entre Pedro y Sofía. Pusiste a Pedro de presidente y Sofía gobernaba a la sombra desde el congreso. Pedro renunció y apareció Martín, era un comodín que no sabías que existía… En Arequipa, el anteaño pasado nomás, poco más de la tercera parte de votantes (descontando ausentes, nulos y foquitos; en segunda vuelta) pusieron a Elmer como gobernador regional. Y en la mayoría de municipios los alcaldes fueron elegidos por menos de la quinta parte…

En un pronunciamiento, el gobernador Elmer a través de una mancomunidad, en su condición de «autoridad civil elegido democraticamente», reclama el «liderazgo» en esta emergencia y se manifiesta susceptible ante la imposición y órdenes de una médico y un militar…

Martín es presidente, pero no gracias al voto popular. Nadie votó por el. Por los ministros tampoco, menos por los policías y militares. Sin embargo, son en este momento las autoridades que conducen y tienen el control de un país en emergencia.

Y es en estas circunstancias que te pones a pensar, nuevamente, si la democracia sirve de algo.

Elecciones democráticas en el Perú. Foto de intercambio.pe

Porque la democracia, en el papel, suena bien: participación, igualdad, representación. Pero en la práctica, parece más una ruleta con fichas marcadas. Votas por uno, gobierna otro, y manda un tercero que ni figuraba en la cedula de votación. Elegiste con la esperanza de ser escuchado y terminaste viendo cómo tus representantes discuten por protagonismo, se quejan de que nadie los consulta y exigen respeto por el solo hecho de haber sido elegidos… aunque no sepan qué hacer con el cargo.

Mientras tanto, la autoridad real no está en los escaños ni en los despachos regionales. Está en los que se arremangan la camisa en medio del caos: médicos, policías, técnicos. Gente que no salió en campaña, que no prometió nada, pero que responde.Y tú, desde casa, con mascarilla y miedo, vuelves a preguntarte si lo que votaste tenía sentido. Si las elecciones fueron realmente una elección o solo una formalidad más. Porque elegir no garantiza calidad, ni responsabilidad, ni liderazgo.

Entonces te preguntas si acaso la democracia no es, muchas veces, una ficción cómoda, un acto simbólico que se agota en el voto y no en la vigilancia ni en la exigencia.Y mientras sigan ganando los que gritan más fuerte y no los que piensan mejor, la democracia seguirá siendo un bonito cartel en la puerta de una tienda vacía.

Sí, volveremos a votar. Pero si no aprendemos a elegir, no estamos en una democracia, estamos en una tómbola.

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