Sábado de marchas y aglomerada muchedumbre, en plena pandemia Covid. Sociedad vulnerable formada por individuos emocionales, dóciles e indefensos. Altamente manipulables y voluntarios incondicionales de las fobias, temores, exageraciones e inseguridades personales de los líderes y lideresas que en su elocuencia han sucumbido.

Sociedad convertida en la masa que Freud describía como grupo humano hipnotizado, con bajo rendimiento intelectual y que busca someterse a la autoridad del líder que lo domina por sugestión.

La democracia en una sociedad hecha masa, es inútil…

Keiko Fujimori en cuarta marcha masiva. Foto original de elbuho.pe

La masa no camina, se arrastra; no avanza, se empuja. Cree moverse hacia algún horizonte, pero sólo da vueltas en círculos, como remolino que se alimenta de su propia confusión. En la masa, el individuo se siente fuerte, pero en realidad se ha vuelto invisible, ha renunciado a su criterio, ha apagado su voz, ha prestado sus ojos a otro que dice ver más claro.

Esa ceguera compartida es peligrosa, porque cuando todos miran donde todos miran, nadie ve más allá. Y entonces, la marcha se convierte en rutina; el grito, en consigna vacía; la indignación, en espectáculo. Se está allí no por convicción, sino porque todos están. Se grita no por justicia, sino por no quedarse atrás en el ruido.

La masa no se detiene a pensar, si lo hiciera, se rompería el hechizo; por eso teme al silencio, porque el silencio obliga a escuchar lo que no quiere, sus propias dudas, sus incoherencias, su miedo a estar sola.

La masa no mira al frente, porque no sabe a dónde va, mira al de al lado, al de adelante, al de atrás. Y en esa vigilancia horizontal se pierde toda mirada vertical, toda pregunta profunda. ¿Por qué estoy aquí? ¿Para qué? ¿Qué construyo con este cuerpo en el tumulto?.

Y mientras tanto, los verdaderos dueños del camino, los que sí ven, los que sí piensan, aunque muchas veces no marchan, toman nota y deciden.

El riesgo no está en marchar. El riesgo está en no saber por qué se marcha.
Y aún más, en no atreverse a salir de la masa para mirar el paisaje.

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